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Superclásico criminal: dos hinchas de River asesinados y un juicio histórico a la barra de Boca

El 30 de abril de 1994, hace exactamente 31 años, a la salida de un Boca 0-2 River en la Bombonera, La 12 le tendió una cobarde emboscada a balazos a simpatizantes “comunes” que salían del estadio. Seis barrabravas fueron condenados por el asesinato. También fue preso el líder de la hinchada, el Abuelo.

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Por Andrés Burgo
Delgado
Hace 31 años: hinchas de River dejaban flores blancas y rojas sobre la Av. Huergo, donde cayó muerto Ángel Delgado. (Archivo Clarín)

A fines de 1994, el 30 de abril –hace exactamente 31 años-, un superclásico criminal excedió a la habitual caja de resonancia que generan los dos principales equipos del país: cruzó al fútbol argentino entero, incluso a su sociedad. Tras una victoria 2-0 de River como visitante a partir de una enorme exhibición de Ariel Ortega, barrabravas de Boca salieron de la Bombonera dispuestos a matar con armas de guerra a los hinchas rivales que dejaban el estadio. Lo consiguieron. Ya a 15 cuadras, dos chicos de River, de los denominados “hinchas comunes” que no pertenecían a la hinchada, fueron asesinados.

Uno, Ángel Luis Delgado, tenía 25 años y murió por los balazos. El otro, Walter Darío Vallejos (19), perdió la vida atropellado por el camión en el que intentaba escaparse del matadero. En rigor, debería decirse que las víctimas mortales fueron tres: Carmen, la madre de Vallejos, moriría a los pocos meses, abatida por la depresión. Sus familiares incluso aseguran que la posterior muerte del tío y padrino de Walter, Jorge Cárdenas, ya en 2002, también tendría relación con este doble hecho: no pudo soportar el fallecimiento de su sobrino y de su hermana.

El caso fue tan paradigmático que, por primera vez, provocó lo que se creía imposible: que cayera la cúpula de una barra brava, la de Boca. En el juicio, finalizado en 1997, tres juezas condenaron a 20 años de cárcel a cinco integrantes de la hinchada y a 15 a un sexto. También implicó el final para el jefe de la 12, José Barritta, el Abuelo, preso no por el asesinato sino por asociación ilícita, la primera vez que se usó esa figura legal para castigar a una barra brava. Ya en libertad pero ex líder de la hinchada, el Abuelo moriría en 2001, víctima de una neumonía que había contraído en la cárcel de Devoto.

Aquel superclásico se jugó en una jornada atípica, un sábado, porque el domingo, al tratarse del 1º de mayo, sería feriado –ese día, en el Gran Premio de San Marino, se mataría el brasileño Aryton Senna-. Con los dos equipos lejos de la punta, en lo futbolístico quedó el recuerdo de un triunfo largamente esperado por River, que hacía 8 años no festejaba en la Bombonera: su última vez había sido el 2-0 de 1986, el de los goles del Beto Alonso y la pelota naranja.

También fue el día en que Ortega, de flamantes 20 años, dejó sin Mundial de Estados Unidos 1994 –que se jugaría en junio- a Carlos Mac Allister, el padre de Alexis. El Burrito enloqueció al marcador de punta, que parecía haberse ganado un lugar en la selección durante el repechaje ante Australia, en noviembre de 1993. Los goles fueron del propio Ortega y de Hernán Crespo en el segundo tiempo, pero también el arquero de River, Javier Sodero, se convirtió en héroe: le atajó un penal a Sergio "Manteca" Martínez con el partido todavía 0 a 0.

Aquel Boca 0-2 River del Clausura '94

Aquel Boca 0-2 River del Clausura '94

Todo eso, sin embargo, sería poca cosa –nada- en comparación al desastre que ocurriría después del clásico. En estadios y adyacencias dominados por las barras bravas desde la década del 80, la de Boca tenía un especial prontuario de muerte. Eran, a diferencia de ahora, épocas de dos hinchadas en las tribunas. Y en un contexto que hoy suena inocente: el público de ambos equipos salía en simultáneo apenas terminaba el partido. Como tampoco había carriles de división, el riesgo de múltiples choques en las calles aumentaba. En esa propia ley, algunas barras llevaban armas. Pocos meses antes, en enero de 1994, las de Independiente y Boca se habían disparado a mansalva en Mendoza previo a un amistoso de verano.

Según se comprobaría en el juicio, unos 60 integrantes de la hinchada de Boca, cuando el superclásico aún no había terminado pero ya parecía resuelto para River, abandonaron la Bombonera para planear una emboscada contra la parcialidad visitante que había cubierto las dos bandejas del Riachuelo con 15.000 hinchas. Fue entonces que apellidos y apodos que luego quedarían en el recuerdo le pusieron play a su máquina de muerte: Fredy “Bolita Niponi” Cáceres Romero, Ricardo “Querida” Quinteros y Miguel “Manzanita” Santoro, entre otros. Alguno gritó “vamos a buscarlos, vamos a matarlos” y el resto acató.

Los barras apuntaron a la zona de Catalinas. Sospechaban que los hinchas de River saldrían de la Bombonera bordeando el Riachuelo y luego enfilarían por la avenida Huergo, que entonces se parecía al límite este de la ciudad: Puerto Madero recién empezaba a ser un barrio en construcción. Ya a la altura de la intersección con Brasil –a 15 cuadras del estadio-, decenas de simpatizantes de River se toparon con cuatro camiones mosquito de la empresa Furlong que pasaban por el lugar, rumbo al norte de la ciudad –vacíos, sin transportar autos-, y se treparon.

Era una fiesta de River en La Boca: los hinchas festejaban el triunfo y se alejaban del peligro que siempre suponía la visita a un estadio ajeno. No sabían, sin embargo, que se dirigían a una trampa mortal porque, encima, al haberse subido a las rampas de los camiones mosquitos, habían quedado aún más desprotegidos y expuestos, como un tiro al blanco para los asesinos. Se suponía que entre los barrabravas tenían códigos: que sólo se disparaban entre integrantes de hinchadas. No fue el caso: los de Boca arrancaron la balacera contra esos “hinchas comunes”.

Los barras portaban armas de guerra: pistolas calibre 45. Dispararon unas 20 veces. Vallejos murió atropellado en medio del sálvese quien pueda. Los camioneros, aterrados, disminuyeron la marcha, pero tampoco fue solución: los barras de Boca completaron la emboscada, rodearon a los vehículos y siguieron disparando. A Delgado lo alcanzaron tres balazos. Hubo otros siete muchachos heridos por los tiros, todos menores de 30 años.

Vallejos
El cuerpo de Vallejos, sobre el asfalto. Lo atropelló un camión mientras intentaba escapar de la emboscada de La 12. (Archivo Clarín)

En las horas siguientes no se entendía qué había pasado. La ausencia de diarios, al día siguiente –domingo 1º de mayo-, aumentó ese desconcierto: ¿había sido una pelea entre barras? Hasta que las víctimas de los familiares empezaron a contar el detalle del terror. En uno de los velatorios, el de Walter Vallejos, una camiseta de River fue colocada sobre el pecho del cuerpo sin vida del joven de 19 años.

De aquel sábado de luto se desprendería otra imagen de época: no habían pasado muchas horas cuando un simpatizante de Boca dijo en televisión “empatamos 2 a 2, River ganó 2 a 0 y nosotros les matamos a dos”, a la vez que en un poste de luz en Carabobo y Avenida del Trabajo también podía leerse “Boca 2-River 2”. La hinchada de Boca cantaría durante muchos años “quiero matar al tercero”.

A la vez que empezaba el reclamo de Justicia de los familiares de las víctimas, la barra brava de Boca desapareció. Dejó de concurrir a los siguientes partidos. No había fotos ni videos de los asesinos en la escena del crimen, pero estaban marcados. El gobierno de Carlos Menem, dada la enorme trascendencia del tema, se involucró. Algunos barrabravas, con el transcurrir de los días, fueron detenidos. Otros, como El Abuelo, se entregaron a los dos meses: el jefe de la barra dejó de ser un prófugo el 29 de junio de 1994, mientras el país lloraba el control antidoping positivo de Diego Maradona en el Mundial.

Abuelo
El Abuelo, histórico jefe de la barra de Boca, preso por el doble crimen. (Archivo Clarín)

A finales del año siguiente, en diciembre de 1995, la madre de Walter Vallejos no pudo soportar el dolor. En medio de una depresión fulminante, Carmen dejó de comer en su humilde casa de Temperley. “No quería vivir más, se dejó morir”, contaron sus familiares. Quien pasó a perseguir Justicia por Walter ante Tribunales y los medios fue Jorge Cárdenas, su tío y padrino, hermano de Carmen. Le puso el cuerpo: “Le pedí la renuncia a (Julio) Grondona porque es el último gajo de la dictadura militar", llegó a decir Cárdenas, paradójicamente hincha de Boca.

El juicio contó con 123 testigos y duró tres años. Durante el proceso, también murió uno de los barras de Boca, “Querida” Quinteros, víctima de HIV cuando cumplía prisión preventiva en la cárcel: el fallecimiento fue festejado por hinchas de River con canciones que también hacían referencia a la estadía de la barra xeneize en el penal. Fue clave el testimonio como arrepentido de Darío Vesseliza Randi, otro integrante de La 12.

Hasta que el 16 de mayo de 1997, un tribunal integrado por tres juezas, Isabel Poerio de Arslanian, Silvia Arauz y Elsa Moral, determinó que hubo seis asesinos. El hecho no fue calificado como homicidio calificado, que prevé prisión perpetua, sino simple. “Manzanita” Santoro, Marcelo “Marcelo de Lomas” Aravena, “Bolita Niponi” Cáceres Romero, José “Corbacho” Villagarcía y Jorge “Gomina” Almirón fueron condenados a 20 años de prisión por homicidio reiterado, tentativa de homicidio y asociación ilícita. A su vez, Juan “Dany” Silva recibió 15 años de prisión por homicidio reiterado y tentativa de homicidio. También cayó Barrita, aunque no por el asesinato: no había estado en la escena del crimen.

El Abuelo, sin embargo, fue condenado a 13 años de prisión por liderar una asociación ilícita y extorsión, una vieja causa que databa de 1986, cuando intimó a los dirigentes Antonio Alegre y Carlos Heller para que le dieran 300 entradas por partido. Barritta apeló y le redujeron la pena a nueve años tras haber sido absuelto de la extorsión. Beneficiado por el 2x1, en diciembre de 1998 salió del Pabellón VIP 49 de Villa Devoto, luego de 53 meses y 18 días. Ya sin el liderazgo de La 12, moriría en febrero de 2001 por una neumonía contraída en la cárcel. Tenía 48 años, aunque, por su pelo canoso, aparentaba mucho más.

Si la madre de Ángel Delgado, Dionisia, había festejado después el fallo judicial -"Sólo ahora tengo la conciencia tranquila, la Justicia condenó a los que me quitaron a mi hijo”-, el tío de Walter Vallejos también celebró la muerte de Barritta. "Es el día más feliz de mi vida. Me pone muy contento que haya muerto, por su culpa mataron a mi sobrino. Le hizo mal a demasiada gente y ahora va a pagar todo en el infierno”, dijo Cárdenas, a quien sin embargo también le esperaba –y pronto- un final trágico.

tio vallejos
Una imagen que recorrió el mundo: Cárdenas, tío de Vallejos, baleado en las escalinatas del Congreso Nacional durante la represión de fines del 2001. Sobrevivió, pero en julio de 2002 moriría a los 52 años.(Archivo Infojus Noticias)

En la noche del 19 de diciembre de ese mismo año, 2001, el tío de Walter Vallejos dejó su casa de Merlo mientras veía por televisión las protestas crecientes contra el gobierno de Fernando De la Rúa. “Yo también soy un trabajador que no me alcanza la plata”, le dijo a su familia y partió hacia el Congreso de la Nación. Así como su sobrino había recibido tres balazos de los barras, a Cárdenas lo impactaron dos disparos de la Policía: ya en la madrugada del 20 de diciembre, su cuerpo inerte y bañado con sangre en las escalinatas del edificio legislativo sería una imagen icónica de la represión de aquellos días.

Cárdenas, sin embargo, sobrevivió, pero por poco tiempo: siete meses después, en julio de 2002, moriría a los 52 años. Según contó su hija, los balazos de la represión policial se sumaron a todo el agotamiento y la tristeza que le habían dejado las muertes de su hermana y de su sobrino. “Pasaron los días, los meses, y mi papá empeoraba, tenía miedo, no podía ir a trabajar, extrañaba mucho a la mamá de Walter, que falleció por depresión. Walter era su sobrino y ahijado, juró que iba a hacer justicia y no paró hasta que metió a toda La 12 en la cárcel. Fue histórico, nunca había pasado algo”, dijo su hija, Verónica, en Página 12 en 2015.

A fines de abril de 2014, cuando se cumplieron dos décadas del doble asesinato, hinchas de River colgaron en el Monumental la bandera “Ángel Delgado-Walter Vallejos: 20 años después siguen alentando. De la cobardía no se vuelve”. Ya el año pasado, el 30 de abril de 2024, a tres décadas del hecho, se renovaron los pasacalles con la frase: “Para los pibes que desde el cielo te alientan conmigo, Ángel Delgado, Walter Vallejos, los hinchas los recordaremos por siempre”.

Delgado Vallejos
Un doble crimen que River no olvida, a 31 años.

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