Las huellas argentinas de William Scull, el boxeador cubano que se exilió en Argentina y enfrentará a Canelo Álvarez
El caribeño llegó en 2016 a Mendoza y no volvió más a su país. Vivió en Trelew, fue sparring de Lucas Matthysse y transitó años claves de su vida en la Patagonia. Los que lo conocieron cuentan la historia del campeón mundial de la FIB que este sábado peleará con el mexicano.

En el aeropuerto fue donde, con pasaje en mano para regresar a Cuba, William Scull tomó la decisión. El boxeador, campeón supermediano de la Federación Internacional de Boxeo (FIB) y rival del mexicano Saúl Álvarez en la unificación de este sábado en Riad, Arabia Saudita, optó por iniciar así su exilio. Era 2016 y había llegado a la Argentina para un intercambio con la Federación Mendocina de Box, pero la experiencia se derrumbó rápido: el promotor que lo trajo organizó una pelea en la que no lo convenció y lo despachó para que se volviera a su país.
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Sin más posesiones que un bolso con ropa, una obsesión todavía lejana y varias ilusiones que habían empezado a resquebrajarse, el caribeño optó por quedarse. Eran demasiadas las expectativas que había puesto en ese viaje cuando dejó su país junto a su entrenador Franquis Aldama, sobrino de Andrés, dos veces medallista olímpico, para incursionar en el profesionalismo luego de que un argentino lo viera entrenar y lo invitara.
Es que en Cuba, cuna de grandes pugilistas y segundo país con más medallas olímpicas en la disciplina detrás de Estados Unidos, el boxeo profesional estuvo prohibido por 64 años: volvió recién en abril de este año. La historia de Scull es la de muchos compatriotas que se marchan en busca de ampliar los límites. En los últimos Juegos Olímpicos de París, Cuba obtuvo una presea dorada y otra de bronce, pero hubo otros dos compatriotas que ganaron una plateada (Loren Alfonso para Azerbaiyán) y otra de bronce (Javier Ibáñez para Bulgaria) representando a otros países.
Estados Unidos había sido uno de los destinos que barajó Scull antes de que surgiera la chance de Argentina. Luego de no haber abordado el avión y que la desilusión le opacara los anhelos, el boxeador, que ya tenía una obsesión, y su entrenador tuvieron que sobrevivir. En Mendoza vendieron frutas y lavaron autos mientras subsistían día a día. Una familia les dio hospedaje y les hizo los días más soportables. El boxeo nunca se fue y guanteaban en una plaza. Un día el destino volvió a interferir.
El promotor Mario Arano le propuso a Scull ser sparring de Lucas Matthysse, un ligero que había sido campeón mundial interino y preparaba su regreso para mayo de 2017 ante el estadounidense Emanuel Taylor, tras su última presentación que había sido en 2015. Para entonces, Matthysse, que en 2018 sería campeón mundial welter de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), había abandonado su preparación en Junín y regresaba a Trelew, el nuevo destino del cubano y sitio con densidad boxística: es también la casa de un campeón mundial mosca y supermosca como Omar Narváez.
“Cuando llegaron no estaban muy bien, venían dando clases en una plaza, sobreviviendo y acá tuvieron una oportunidad mejor. Les ofrecí el gimnasio, para que Franquis diera clases, hospedaje, porque no tenían nada, y se quedaron. Ahí empezamos a hacer peleas para que él fuera sumando”, detalla en una charla telefónica con tycsports.com Eric Verdeau, promotor de boxeo y dueño de Dream Box, el gimnasio que Verdeau, junto a su hermano Federico y sus primos, Marcos y Rodrigo, armó a pulmón en ese agitado 2016 en el sur argentino y abrazó a un desprotegido Scull que tambaleaba por los golpes que esta vez no recibía en el ring sino afuera, en la vida, donde nadie puede tirar una toalla salvadora.
Cobijado por una nueva familia y una nueva ciudad, Scull, que este año consiguió llevar a su mamá y a su hermana a Estados Unidos, empezó a hacer su camino como un argentino más. Cuentan los que lo conocieron en esa época que entre los tantos sueños que tenía, había uno que contaba con desparpajo, como una obsesión, sin reparar en la sorpresa o sonrisas que generaba en los demás: que algún día pelearía con el Canelo, el monarca absoluto de los supermedianos y el mejor libra por libra desde Floyd Mayweather para acá.
“Se mentalizó y los planetas se alinearon para que se cumpliera su sueño. Desde que llegó ya lo imaginaba”, asegura Verdeau y se lo ratifica también a tycsports.com Raúl Moggiano, un preparador físico que trabajó con él en Trelew y lo acompañó por Europa, incluida su última pelea en Alemania ante el ruso Vladimir Shishkin, al que derrotó por decisión unánime y le arrebató el cinturón que le permitió pelear ahora con el mexicano: “Yo practiqué boxeo y me entrenó Aldama, que ya me aseguraba que iban a enfrentar a Canelo cuando la chance era muy remota allá por 2019. Todos lo veían muy lejano, no lo creían. Pero estaban convencidos y eso que pasaron cosas duras acá, pero no fue casualidad. Scull tiene más de 300 peleas amateurs en Cuba con buen récord y sus sparrings eran de muy alta calidad”.
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Scull, ya radicado en Mallorca, España, de 32 años y un invicto récord profesional de 23 victorias (9 por nocauts), es de Zorrilla, un municipio de Los Arabos que “no aparece ni en el mapa”, como él describió con la precisión de sus golpes en una entrevista con la TV Azteca. Pero sus casi tres años en el país -se fue en 2019 cuando la empresa Agon Sports le ofreció un contrato y lo llevó a Alemania- van con él a diario. Durante su estadía tuvo un hijo, Junior, que aún vive en Trelew y al que visita con frecuencia, y hasta se hizo simpatizante de River. “Siento el mismo cariño del pueblo y el mismo respeto cada vez que vuelvo. Me siento como en mi casa. Argentina es mi otra casa. Soy fanático de los asados”, le reconoció a Piñas del Sur en febrero.
“Scull y Franquis se hicieron muy queridos en Trelew, la gente los supo querer como si fueran de acá y lo siente así. Después de cada pelea lo esperan como si fuera Narváez”, sostiene Moggiano. La relación afectiva de Scull con Argentina sobrevivió a la distancia. “Nos hicimos amigos, nos veíamos todos los días en el gimnasio. Es muy querido. He mantenido contacto y cada vez que viene saluda a todos. Cuando llegó él y Franquis llamó la atención que eran muy buena gente y estaban siempre de buen humor a pesar de todo lo que venían viviendo”, aporta Verdeau.

Con la rapidez de piernas como su principal virtud, Scull, un cubano con huellas argentinas, a quien describen como familiero y sencillo, arribó a Arabia Saudita para la pelea de su vida. En épocas de devaluación para el boxeo argentino, que carece de grandes exponentes, el isleño representará una parte de él luego de su travesía en estas tierras que desde hace siglos le abre las puertas a inmigrantes que buscan nuevas oportunidades. En su equipo tiene a Ruperto “Peto” Ruíz, un eximio preparador de boxeadores argentinos que fue el nexo entre Moggiano y Scull. El desafío es gigante y un triunfo sobre Canelo sorprendería al mundo, incluso a aquellos que desconocen de boxeo. Pero a Scull nada le impide soñar. Lo viene haciendo hace más de una década cuando se obsesionó con una pelea que habrá imaginado mil veces. Quizá también se obsesionó con ganarla y eso todavía no lo contó.
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